martes, 23 de octubre de 2012

DICHOSO TÚ QUE TE QUIEREN

Hola, soy una silla de ruedas y vivo en Tagore desde que abrió sus puertas en 2009…



Yo que he recorrido mucho mundo, sé que la vida en una residencia no es fácil. Todos y cada uno de los residentes que conozco viven esperando. Esperando a que vengan a verles, esperando al fin de semana para salir con su familia, esperando a las vacaciones para que vengan los nietos, esperando a que suene el teléfono para hablar con sus hijos, esperando, esperando… y gestionar la espera no es fácil.
Cuando uno lo ve desde fuera, no puede imaginar lo importante que son las visitas para los residentes. A medida que pasa el tiempo sin que nadie les vea sus rostros se vuelven más inexpresivos y sus ojos se pierden más en la distancia. 

Cuando la semana pasada Bernardo se despidió de su hija con un gran abrazo y un sonoro beso, éste se dirigió al comedor de la residencia con una gran sonrisa. Fue entonces cuando una de las residentes, Juana,  se le acercó y mirándole con una profunda pena, le dijo:
-Dichoso tú que te quieren. A mi hace meses que ninguno de mis hijos viene a verme.
Bernardo sonrió y le contestó:
-Cierto, mis hijos me quieren mucho y vienen a verme casi cada tarde. Seguro que tus hijos también te quieren pero no tendrán tiempo de venir…ya sabes, tendrán que trabajar y cuidar de sus familias.
-Seguramente sea eso, el trabajo, los niños…
Y con paso lento y la mirada  perdida  Juana  buscó la compañía de una de las auxiliares  para ir al comedor. Yo iba también por el pasillo llevando a Tomas y cuando llegué a su altura, escuché como Juana le preguntaba a la auxiliar que le acompañaba:
-¿Tienes hijos?
-Si, contestó la auxiliar. Dos niñas.
-¿Y las ves?
-Claro Juana, las veo todos los días. Son pequeñas y aun viven conmigo.
-Dichosa tú que te quieren. A mi hace meses que ninguno de mis hijos viene a verme…
-La auxiliar acarició con ternura la blanca cabeza de Juana y en voz bajita le dijo: Seguro que tus hijos también te quieren pero no tendrán tiempo de venir…ya sabes, tendrán que trabajar y cuidar de sus familias.
Seguramente sea eso, el trabajo, los niños…Y con paso lento y la mirada  perdida Juana y la auxiliar siguieron caminando hacia el comedor.

Creo que a veces nos falta cierta sensibilidad con las personas que tenemos internas. Es cierto que a los familiares en muchas ocasiones les falta tiempo hasta para respirar, pero es que a los residentes lo que les sobra es tiempo. Tiempo para esperar… No quiero con esto hacer sentir mal a nadie, sólo soy una destarlada silla de ruedas, pero  os puedo asegurar que cuando llegan las horas de las visitas, las miradas de todos los residentes se clavan en la puerta de entrada…para ver si hoy si, vienen a verles. 



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